
DISCURSO DEL PRESIDENTE BARACK OBAMA A LOS CUBANOS
Traducción de Rolando Cartaya
marzo 22, 2016
Presidente Castro, pueblo de
Cuba:
Muchas gracias por la cálida
acogida que hemos recibido yo, mi familia y mi delegación. Es un honor
extraordinario estar hoy aquí. Antes de empezar, permítanme por favor, quiero
comentar sobre los ataques terroristas que tuvieron lugar en Bruselas.
Los pensamientos y las oraciones
del pueblo de Estados Unidos están con el pueblo de Bélgica. Somos solidarios
con ellos, condenando estos indignantes ataques contra personas inocentes.
Haremos todo lo que sea necesario para apoyar a nuestro amigo y aliado,
Bélgica, para llevar ante la justicia a los responsables, y este es otro
recordatorio más de que el mundo debe estar unido.
Debemos cerrar filas, al margen
de nacionalidad, raza o creencias religiosas, en la lucha contra este flagelo
del terrorismo. Podemos derrotar, y derrotaremos, a aquellos que amenazan
nuestra seguridad y la de las personas en todo el mundo.
Al Gobierno y al pueblo de Cuba
quiero agradecerles la amabilidad que han demostrado hacia mí, hacia Michelle,
Malia, Sasha, mi suegra, Marian.
“Cultivo una rosa blanca” En su
más célebre poema José Martí hizo esta oferta de amistad y paz tanto a amigos
como enemigos. Hoy, como Presidente de Estados Unidos de América yo le ofrezco
al pueblo cubano el saludo de paz.
La Habana está
a solo 90 millas de la Florida, pero para llegar aquí tuvimos que recorrer una
larga distancia, por encima de barreras históricas, ideológicas, de dolor y
separación. Las azules aguas bajo el Air Force One, fueron una vez surcadas por
acorazados hacia esta isla para liberar a Cuba, pero también para ejercer
control sobre ella.
Esas aguas también fueron
surcadas por generaciones de revolucionarios cubanos hacia Estados Unidos,
donde recabaron apoyo para su causa. Y esa corta distancia ha sido cruzada por
cientos de miles de exiliados cubanos, en aviones y balsas rústicas, quienes
vinieron a Estados Unidos en busca de libertad y oportunidades, a veces dejando
atrás todo lo que tenían y a todos sus seres queridos. Como tantos, en nuestros
dos países.
Toda mi vida se ha desenvuelto en
una era de aislamiento entre nosotros. La revolución cubana tuvo lugar en el
mismo año en que mi padre emigró a Estados Unidos desde Kenya. Bahía de
Cochinos tuvo lugar en el año en que yo nací. Al año siguiente el mundo entero
quedó en suspenso observando a nuestros dos países mientras la Humanidad se
acercaba más que nunca antes al horror de una guerra nuclear.
Con el paso de las décadas
nuestros Gobiernos se quedaron estancados en una confrontación aparentemente
interminable, librando batallas a través de terceros. En un mundo que se rehizo
a sí mismo una y otra vez, el conflicto entre Estados Unidos y Cuba era una
constante. Yo he venido aquí a enterrar los últimos remanentes de la Guerra Fría
en las Américas. Yo he venido aquí a extender una mano de amistad al pueblo
cubano.
Quiero ser claro: las diferencias
entre nuestros Gobiernos al cabo de tantos años son reales, y son importantes.
Estoy seguro de que el presidente Castro diría lo mismo. Lo sé, porque he
escuchado y abordado esas diferencias en profundidad. Pero antes de discutir
esos problemas, también tenemos que reconocer cuantas cosas compartimos porque,
en muchas formas, Estados Unidos y Cuba son como dos hermanos que han estado
distanciados por muchos años, aunque llevemos la misma sangre.
Ambos vivimos en un Nuevo Mundo
colonizado por europeos. Cuba, como Estados Unidos, fue en parte fundada por
esclavos traídos de África. Como el de Estados Unidos, el pueblo cubano puede
trazar sus ancestros hasta esclavos y dueños de esclavos. Ambos acogimos a
inmigrantes que vinieron de muy lejos para empezar una nueva vida en las
Américas. A lo largo de los años nuestras culturas se han entremezclado. La
labor del Dr. Carlos Finlay en Cuba allanó el camino para generaciones de
médicos, entre ellos Walter Reed, que se basó en el trabajo del Dr. Finlay para
ayudar a combatir la fiebre amarilla.
Tal como Martí escribió su obra
más famosa en Nueva York, Ernest Hemingway hizo de Cuba su hogar y encontró
inspiración en las aguas de estas costas. Compartimos el mismo pasatiempo
nacional: la pelota. Y hoy mismo, más tarde, nuestros jugadores van a competir
en el mismo terreno habanero donde jugara Jackie Robinson antes de debutar en
las Grandes Ligas. Y se dice que nuestro más grande boxeador, Mohamed Alí,
rindió tributo una vez a un cubano con el que nunca pudo pelear, diciendo que
lo más que podía alcanzar era un empate con ese gran cubano, Teófilo Stevenson.
Así que aun cuando nuestros
Gobiernos devinieron adversarios, nuestros pueblos compartían estas pasiones
comunes, particularmente con la llegada a Estados Unidos de tantos cubanos. En
Miami o La Habana usted puede encontrar lugares donde bailar cha-cha-cha o
salsa; donde comer “ropa vieja”; la gente en nuestros dos países ha cantado con
Celia Cruz, Gloria Estefan, y ahora escuchan el reggaetón de Pitbull.
Millones de los nuestros tienen
una misma religión, una fe a la que yo he rendido tributo en la Ermita de la
Caridad de Miami, la paz que los cubanos encuentran en La Cachita.
A pesar de nuestras diferencias,
cubanos y estadounidenses comparten valores comunes en sus vidas: un sentido de
patriotismo y de orgullo, un gran orgullo; un profundo amor a la familia;
pasión por nuestros hijos; un compromiso con su educación. Y es por eso que
creo que nuestros nietos mirarán este período de aislamiento como una
aberración, y apenas un capítulo en una historia más larga de familiaridad y
amistad.
Pero no podemos ni debemos
ignorar las diferencias reales que tenemos, acerca de cómo organizamos nuestros
Gobiernos, nuestras economías y nuestras sociedades. Cuba tiene un sistema de
partido único; Estados Unidos es una democracia multipartidista. Cuba tienen un
modelo económico socialista; Estados Unidos uno de mercado abierto. Cuba ha
enfatizado el papel y los derechos del Estado; Estados Unidos fueron fundados
en los derechos de la persona individual.
A pesar de estas diferencias, el
17 de diciembre del 2014 el presidente Castro y yo anunciamos que Estados
Unidos y Cuba comenzarían un proceso de normalización de las relaciones entre
nuestros países.
Desde entonces, hemos establecido
relaciones diplomáticas y abierto embajadas. Hemos puesto en marcha iniciativas
para cooperar en la salud y la agricultura, la educación y la aplicación de la
ley. Hemos llegado a acuerdos para restaurar los vuelos y el servicio de correo
directo. Hemos ampliado los lazos comerciales, e incrementado la capacidad de
los estadounidenses para viajar a Cuba y hacer negocios aquí.
Y estos cambios han sido bien
recibidos, a pesar de que todavía hay quienes se oponen a estas políticas. Pero
aún así, muchas personas en ambos lados de este debate se han preguntado: “¿Por
qué ahora?" "¿Por qué ahora?”.
La respuesta es simple: Lo que
Estados Unidos estaba haciendo no estaba funcionando. Tenemos que tener el
valor de reconocer esa verdad. Una política de aislamiento diseñada para la
Guerra Fría tenía poco sentido en el siglo XXI. El embargo sólo estaba
perjudicando al pueblo cubano en lugar de ayudarlo. Y yo siempre he creído en
lo que Martin Luther King, Jr. llamó "la feroz urgencia del ahora":
No debemos temer al cambio, debemos abrazarlo.
Esto me conduce a una razón mayor
y más importante de estos cambios: Creo en el pueblo cubano. Creo en el pueblo
cubano. Esto no es sólo una política de normalización de las relaciones con el
Gobierno cubano. Estados Unidos de América están normalizando sus relaciones con
el pueblo cubano.
Y hoy, quiero compartir con
ustedes mi visión de lo que puede ser nuestro futuro. Quiero que el pueblo
cubano –especialmente los jóvenes– entiendan por qué creo que ustedes deben ver
el futuro con esperanza; y no es la falsa promesa que insiste en que las cosas
son mejores de lo que realmente son, o el optimismo ciego que dice que todos
sus problemas podrán desaparecer mañana. Es una esperanza que tiene sus raíces
en el futuro que ustedes pueden elegir, y pueden conformar, y pueden construir
para su país.
Yo tengo esa esperanza porque
creo que el pueblo cubano es tan innovador como cualquier otro pueblo del
mundo.
En una economía global, impulsada
por las ideas y la información, el mayor recurso de un país es su gente. En
Estados Unidos, tenemos un claro monumento a lo que el pueblo cubano es capaz
de construir: se llama Miami. Aquí en La Habana, vemos ese mismo talento en los
cuentapropistas, las cooperativas, los autos antiguos que todavía ruedan. El
cubano Inventa del aire.
Cuba cuenta con un extraordinario
recurso: un sistema de educación que valora a cada niño y cada niña. Y en los
últimos años, el Gobierno cubano ha comenzado a abrirse al mundo, y a abrir aún
más espacio para que el talento florezca. En pocos años, hemos visto como los
cuentapropistas pueden salir adelante, mientras conservan un espíritu netamente
cubano. Ser trabajador por cuenta propia no significa ser más como Estados
Unidos, significa ser uno mismo.
Miren a Sandra Lídice Aldama, que
decidió comenzar un pequeño negocio. Los cubanos, dice, podemos "innovar y
adaptar sin perder nuestra identidad... nuestro secreto está en no copiar o
imitar sino, simplemente, en ser nosotros mismos".
Es ahí donde comienza la
esperanza: con la posibilidad de ganarse la vida y construir algo de lo que
uno pueda estar orgulloso. Es por eso que nuestras políticas se centran en
el apoyo a los cubanos, y no en hacerles daño. Es por eso que nos deshicimos de
los límites en las remesas: para que los cubanos tengan más recursos. Es por
eso que estamos alentando los viajes, que construirán puentes entre nuestros
pueblos, y traerán más ingresos a las pequeñas empresas cubanas. Es por eso que
hemos ampliado el espacio para el comercio y los intercambios, de modo que los
estadounidenses y los cubanos puedan trabajar juntos para encontrar curas a las
enfermedades, y crear puestos de trabajo, y abrir las puertas a más
oportunidades para el pueblo cubano.
Como Presidente de Estados Unidos,
he exhortado a nuestro Congreso a levantar el embargo. Es una carga obsoleta
sobre el pueblo cubano. Es una carga para los estadounidenses que quieren
trabajar y hacer negocios o invertir aquí en Cuba. Es hora de levantar el
embargo. Pero incluso si se levantara el embargo mañana, los cubanos no se
darían cuenta de su potencial sin una continuidad de los cambios aquí en Cuba.
Debiera ser más fácil abrir un
negocio aquí en Cuba. Un trabajador debiera poder conseguir un trabajo directamente
con las empresas que invierten aquí en Cuba. Dos monedas no deben separar el
tipo de salarios que los cubanos pueden ganar. Internet debe estar disponible
en toda la isla, para que los cubanos puedan conectarse con el resto del mundo
y con uno de los grandes motores del crecimiento en la historia humana. Estados
Unidos no limita la capacidad de Cuba para tomar estas medidas. Depende de
ustedes. Y puedo decirles como amigo que en el siglo XXI la prosperidad
sostenible depende de la educación, la salud, y la protección del medio
ambiente. Pero también depende del intercambio libre y abierto de ideas. Si
uno no puede acceder a la información en línea, si no puede estar expuesto a
diferentes puntos de vista, no alcanzará su máximo potencial. Y con el tiempo,
la juventud va a perder la esperanza.
Sé que estos son temas sensibles,
sobre todo viniendo de un presidente estadounidense. Antes de 1959, algunos
americanos veían a Cuba como algo que explotar, ignoraban la pobreza,
facilitaban la corrupción. Y desde 1959, hemos estado boxeando con nuestras
sombras en esta batalla de la geopolítica y las personalidades. Conozco la
historia, pero me niego a ser atrapado por ella.
He dejado claro que Estados
Unidos no tiene ni la capacidad, ni la intención de imponer un cambio en Cuba.
Cualquier cambio que venga dependerá del pueblo cubano. No les vamos a imponer
nuestro sistema político o económico. Reconocemos que cada país, cada pueblo,
debe trazar su propia ruta y dar forma a su propio modelo. Pero después de
haber eliminado de nuestra relación la sombra de la historia, debo hablar con
honradez acerca de las cosas en que yo creo: las cosas en las que nosotros,
como estadounidenses, creemos. Como dijo Martí, "La libertad es el
derecho de todo hombre a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía".
Así que, déjenme decirles en qué
creo. No puedo obligarles a estar de acuerdo conmigo, pero ustedes deben saber
lo que pienso. Creo que cada persona debe ser igual ante la ley. Todos los
niños merecen la dignidad que viene con la educación y la atención a la salud,
y comida en la mesa y un techo sobre sus cabezas. Creo que los ciudadanos
deben tener la libertad de decir lo que piensan sin miedo de organizarse y
criticar a su Gobierno, y de protestar pacíficamente; y que el Estado de
Derecho no debe incluir detenciones arbitrarias de las personas que ejercen
esos derechos. Creo que cada persona debe tener la libertad de practicar su
religión en paz y públicamente. Y, sí, creo que los electores deben poder
elegir a sus gobiernos en elecciones libres y democráticas.
No todo el mundo está de acuerdo
conmigo en esto. No todo el mundo está de acuerdo con el pueblo estadounidense
acerca de esto. Pero yo creo que los Derechos Humanos son universales. Creo que
son los derechos del pueblo estadounidense, del pueblo de Cuba, y de las
personas en todo el mundo.
Ahora bien, no es ningún secreto
que nuestros Gobiernos están en desacuerdo sobre muchos de estos asuntos. He
sostenido conversaciones francas con el presidente Castro. Durante muchos años,
él ha señalado las fallas en el sistema americano: la desigualdad económica; la
pena de muerte; la discriminación racial; guerras en el extranjero. Eso es sólo
una muestra. Él tiene una lista mucho más larga. Pero esto es lo que el pueblo
cubano necesita comprender: yo estoy abierto a ese debate público y al diálogo.
Es bueno. Es saludable. No le temo.
Tenemos demasiado dinero en la
política estadounidense. Sin embargo, en Estados Unidos, todavía es posible
para alguien como yo –un niño que fue criado por una madre soltera, un niño
mestizo que no tiene mucho dinero– aspirar al más alto cargo de la tierra y
ganarlo. Eso es lo que es posible en Estados Unidos.
Tenemos desafíos de
discriminación racial –en nuestras comunidades, en nuestro sistema de justicia
criminal, en nuestra sociedad– un legado de la esclavitud y la segregación.
Pero el hecho de que tengamos debates abiertos dentro de la propia democracia
estadounidense es lo que nos permite mejorar.
En 1959, el año en que mi padre
se trasladó a Estados Unidos, en muchos estados americanos era ilegal que se casara
con mi madre, que era blanca. Cuando empecé la escuela, todavía estábamos
luchando por eliminar la segregación en las escuelas de todo el sur de Estados
Unidos. Pero las personas se organizaron; protestaron; debatieron estos temas;
desafiaron a los funcionarios del gobierno. Y debido a esas protestas, y debido
a esos debates, y debido a la movilización popular, es que yo puedo estar aquí
hoy, un afroamericano, presidente de Estados Unidos. El que pudiéramos lograr
un cambio se debió a las libertades que disfrutamos en Estados Unidos.
No estoy diciendo que sea fácil.
Todavía hay enormes problemas en nuestra sociedad. Pero la manera que tenemos
para resolverlos es la democracia. Así es como obtuvimos atención de salud para
más estadounidenses. Así es como hemos hecho grandes avances en los derechos de
la mujer y los derechos de los homosexuales. Así es como atendemos la
desigualdad que concentra tanta riqueza en los estratos superiores de nuestra
sociedad. Gracias a que los trabajadores pueden organizarse y la gente común
tener una voz, la democracia estadounidense ha dado a nuestra gente la
oportunidad de realizar sus sueños y disfrutar de un alto nivel de vida.
Ahora bien, todavía nos quedan
algunas peleas difíciles. No siempre es bonito el proceso de la democracia. A
menudo es frustrante. Lo pueden ver en las elecciones que tenemos allá. Pero
deténganse un momento y consideren este hecho: en la campaña electoral
estadounidense que está teniendo lugar en este momento hay dos cubanoamericanos
del Partido Republicano, compitiendo contra el legado de un hombre negro que es
Presidente, mientras aducen ser la mejor persona para vencer al candidato
demócrata que, o bien va a ser una mujer, o un socialdemócrata. ¿Quién lo
hubiera creído en 1959? Esa es una medida de nuestro progreso como democracia.
Así que aquí está mi mensaje para
el Gobierno de Cuba y el pueblo cubano: los ideales que son el punto de
partida de toda revolución –la revolución americana, la revolución cubana, los
movimientos de liberación en todo el mundo– esos ideales encuentran su
expresión más auténtica, creo yo, en una democracia. No porque la democracia
estadounidense sea perfecta, sino precisamente porque no lo somos. Y nosotros
–como todos los países– necesitamos para cambiar el espacio que la democracia
nos da. Ella da a los individuos la capacidad de ser catalizadores para pensar
en nuevas formas, y reimaginar cómo debe ser nuestra sociedad, y hacerse
mejores.
Ya está teniendo lugar una
evolución dentro de Cuba, un cambio generacional. Muchos sugerían que viniera
aquí y le pidiera al pueblo de Cuba que echara abajo algo, pero estoy apelando
a los jóvenes cubanos, que son los que van a levantar algo, a construir algo
nuevo. El futuro de Cuba tiene que estar en las manos del pueblo cubano.
Y al presidente Castro –a quien
le agradezco estar aquí hoy– quiero que sepa, creo que mi visita aquí
demuestra, que no tiene por qué temer una amenaza de Estados Unidos. Y teniendo
en cuenta su compromiso con la soberanía y la autodeterminación de Cuba,
también estoy seguro de que no tiene por qué temer a las voces diferentes del
pueblo cubano, y su capacidad de expresarse, reunirse, y votar por sus líderes.
De hecho, tengo una esperanza para el futuro porque confío en que el pueblo
cubano tomará las decisiones correctas.
Y como ustedes, también estoy
seguro de que Cuba puede seguir desempeñando un papel importante en el
hemisferio y en todo el mundo, y mi esperanza, es que pueda hacerlo como socio
de Estados Unidos.
Hemos desempeñado roles muy
diferentes en el mundo. Pero nadie debería negar el servicio que miles de
médicos cubanos han prestado a los pobres y los que sufren. El año pasado,
trabajadores de la salud estadounidenses –y militares de EEUU– trabajaron codo
a codo con los cubanos para salvar vidas y acabar con el Ébola en África
Occidental. Creo que deberíamos continuar teniendo esa clase de cooperación en
otros países.
Hemos estado en el lado opuesto
de muchos conflictos en el continente americano. Pero hoy en día, los
estadounidenses y los cubanos están sentados juntos en la mesa de negociación,
y estamos ayudando a los colombianos a resolver una guerra civil que se ha prolongado
durante décadas. Ese tipo de cooperación es bueno para todos. Brinda esperanza
a todos en este hemisferio.
Tomamos diferentes caminos en
nuestro apoyo al pueblo de Sudáfrica para la abolición del apartheid.
Pero el presidente Castro y yo pudimos estar al mismo tiempo en Johannesburgo
para rendir homenaje al legado del gran Nelson Mandela.
Y al examinar su vida y sus
palabras, estoy seguro de que ambos nos damos cuenta de que tenemos más trabajo
por hacer para promover la igualdad en nuestros propios países: para reducir la
discriminación de las razas en nuestros propios países. Y en Cuba, queremos que
nuestro compromiso ayude a levantarse a los cubanos de ascendencia africana,
que han demostrado que no hay nada que no puedan lograr cuando se les da la
oportunidad.
Hemos sido parte de diferentes
bloques de naciones en el hemisferio, y vamos a seguir teniendo profundas
diferencias sobre las maneras de promover la paz, la seguridad, las
oportunidades y los Derechos Humanos. Pero a medida que se normalicen nuestras
relaciones, creo que podremos ayudar a fomentar un mayor sentido de unidad en
las Américas. Todos somos americanos.
Desde el inicio de mi mandato, he
instado a la gente en las Américas a dejar atrás las batallas ideológicas del
pasado. Estamos en una nueva era. Sé que muchos de los problemas de los que he
hablado carecen del drama del pasado. Y sé que parte de la identidad de Cuba
es su orgullo de ser una pequeña nación insular capaz de defender sus derechos,
y estremecer al mundo. Pero también sé que Cuba siempre se destacará por el
talento, el trabajo duro, y el orgullo del pueblo cubano. Esa es su fuerza.
Cuba no tiene que ser definida por ser adversario de Estados Unidos, más de lo
que Estados Unidos deben ser definidos por ser adversarios de Cuba. Tengo esa
esperanza para el futuro debido a la reconciliación que está teniendo lugar en
el pueblo cubano.
Sé que algunos cubanos en la isla
pueden tener la sensación de que los que se fueron de alguna manera apoyaron el
viejo orden en Cuba. Estoy seguro de que hay una narrativa que perdura aquí, y
que sugiere que los exiliados cubanos pasaron por alto los problemas de la Cuba
pre-revolucionaria, y rechazaron la lucha por construir un nuevo futuro. Pero
hoy les puedo decir que muchos exiliados cubanos guardan recuerdos de una
dolorosa –y, a veces violenta– separación. Ellos aman a Cuba. Una parte de
ellos todavía considera que este es su verdadero hogar. Es por eso que su pasión
es tan fuerte. Es por eso que su dolor es tan grande. Y para la comunidad
cubanoamericana que he llegado a conocer y respetar, no se trata sólo de
política. Se trata de la familia: el recuerdo de una casa que se perdió; el
deseo de reconstruir un vínculo roto; la esperanza de un futuro mejor; la
esperanza del retorno y la reconciliación.
A pesar de las políticas, las
personas son personas, y los cubanos son cubanos. Y he venido aquí –he viajado
esta distancia– sobre un puente que fue construido por cubanos a ambos lados
del estrecho de la Florida. Primero llegué a conocer el talento y la pasión de
los cubanos en Estados Unidos. Y sé cómo han sufrido algo más que el dolor del
exilio: también saben lo que es ser un extraño, y pasar trabajos, y trabajar
más duro para asegurarse de que sus hijos puedan llegar más lejos en América.
Así que la reconciliación de los
cubanos –los hijos y nietos de la revolución, y los hijos y nietos del exilio–
es fundamental para el futuro de Cuba.
Uno lo ve en Gloria González, que
viajó aquí en 2013, por primera vez después de 61 años de separación, y fue
recibida por su hermana, Llorca. "Tú me reconociste, pero yo no te
reconocí a ti", dijo Gloria después de abrazar a su hermana. Imagínese
eso, después de 61 años.
Se ve en Melinda López, que llegó
a la antigua casa de su familia. Y mientras caminaba por las calles, una
anciana la reconoció como hija de su madre, y se puso a llorar. La llevó a su
casa y le mostró un montón de fotos que incluían algunas de Melinda cuando era
una bebé, que su madre le había enviado hacía 50 años. Melinda diría más tarde:
"Muchos de nosotros estamos recuperando tanto ahora".
Se ve en Cristian Miguel Soler,
un joven que fue el primero de su familia en viajar aquí después de 50 años. Y
al encontrarse con sus familiares, por primera vez, dijo: "Me di cuenta de
que la familia es la familia, sin importar la distancia entre nosotros".
A veces los cambios más
importantes comienzan en lugares pequeños. Las mareas de la historia pueden
dejar a las personas atrapadas en situaciones de conflicto, y exilio, y
pobreza. Se necesita tiempo para que esas circunstancias cambien. Pero en el
reconocimiento de una humanidad común, en la reconciliación de personas unidas
por lazos de sangre y en el creer el uno en el otro, es donde comienza el
progreso. En el entendimiento, y el saber escuchar, y el perdón. Y si el pueblo
cubano enfrenta el futuro unido, será más probable que los jóvenes de hoy
puedan vivir con dignidad y alcanzar sus sueños aquí en Cuba.
La historia de Estados Unidos y
Cuba abarca revolución y conflicto; lucha y sacrificio; retribución y, ahora,
reconciliación. Es ya hora de dejar atrás el pasado. Ha llegado el momento de
que miremos juntos hacia el futuro, un futuro de esperanza. Y no va a ser
fácil, y habrá adversidades. Tomará tiempo. Pero mi tiempo aquí en Cuba renueva
mi esperanza y mi confianza en lo que el pueblo cubano puede hacer. Podemos
hacer este viaje como amigos, y como vecinos, y como familia: juntos. Sí se
puede.
Muchas gracias.
http://www.martinoticias.com/content/obama-se-dirige-hoy-a-los-cubanos/117921.html
http://www.elcomercio.com/actualidad/discursos-barackobama-cuba-reacciones-ecuador.html
http://www.elcomercio.com/actualidad/discursos-barackobama-cuba-reacciones-ecuador.html
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